martes, 4 de marzo de 2008

Técnicas Literarias I: el texto explicativo.





Por María C. Mendoza

Todo escritor novel o amateur (e incluso alguno de cierta trayectoria) ha incurrido alguna vez en este defecto de la escritura, que no solo da a los textos una apariencia poco profesional, casi como de borrador, o de manuscrito sin pulir, sino que incluso entorpece la lectura. Me refiero al texto explicativo. Por desgracia, en los últimos tiempos, parece estar muy de moda. Pero antes de entrar en materia describiré qué es lo que yo entiendo por tal.
Texto explicativo es aquel que, como indica su nombre, explica cosas que ya están explicadas o que se deducen de los diálogos, se sobreentienden o se deben narrar de otra manera. ¿Quién no ha leído una novela donde los personajes intercambian parlamentos y a continuación el narrador nos explica lo que han hablado y nos hace una especie de resumen de lo que debemos entender de ese diálogo? A mí, personalmente, me resulta bastante molesto (aunque seguramente también he caído en este vicio). Denota inseguridad por parte del autor, que quizás no cree suficientes sus recursos para hacerse entender; pero también el lector se siente menospreciado en su capacidad.
La Literatura, como arte, debería estar basada en la sugerencia más que en la información bruta. Decir entre líneas, hacer que los personajes actúen pero sin calificarlos, dejando esa parte al lector, como reconstructor de la obra; limitarse a describir con la menor introducción de juicios del narrador que sea posible, por ejemplo, no tomando partido por ciertos personajes y denigrando a otros con calificativos del estilo de : "el astuto Juan", "el desgraciado Luis"... Si la historia está bien contada, esas aclaraciones sobran. Podemos crear una escena donde Juan engaña con una elaborada jugarreta al villano, ¡ahí ya vemos su astucia sin decirlo! Es típico el caso (y los manuales lo nombran con frecuencia) del autor que dice que cierta conversación fue brillante, en lugar de transcribírnosla para que nosotros podamos juzgar si lo es o no; o el terrible error de adornar a un personaje de todo tipo de virtudes (lógico, inteligente, valiente, etc) que luego a lo largo de la novela no demuestra en ninguna ocasión. Claro está que ser explicativo es ir "a lo fácil" y muchas veces se recurre a ello por pereza y por falta de creatividad. Sin embargo, es obvio que queda mucho mejor un texto que sugiera a uno que explique innecesariamente. Si dos personajes entran en una habitación y la puerta se cierra.... ¿no resulta esta imagen mucho más potente que decir lo que hicieron los personajes tras la puerta? Ahí entraríamos también en el dominio de una de las técnicas menos utilizadas por los modernos escritores: la elipsis narrativa.
Si alguna vez han visto telenovelas o culebrones (me refiero a los malos) se habrán dado cuenta de un curioso detalle: no conocen o evitan la elipsis, y seguramente adrede. Una chica ve al novio de su mejor amiga besuqueándose con la mala. A continuación se inicia una sucesión de dimes y diretes francamente insoportable con la que pueden tirarse capítulos enteros: la amiga lo cuenta a su cuñada, esta a su marido, este a su compañero de trabajo, etc, etc... con las mismas palabras, todo, todo... ¿Cuál es el objeto de esto si el televidente ya sabe lo que pasó? Pues muchas novelas recientes están construidas sobre este patrón que parece exigir una explicación continua de todo sin pensar que la información repetida o sobrante sobrecarga la novela, la hace poco legible y en realidad no aporta nada en absoluto. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra...
Ahora una de arena. Con sorpresa constato, leyendo comentarios sobre novelas muy explicativas, que el lector, salvo raras excepciones, no repara o no da importancia a este hecho. O quizás lo ve, le parece un "fallo", pero lo considera secundario. Lo que ya resulta increíblemente desconcertante es que incluso consideren como una "virtud" el texto explicativo. La conclusión a que nos lleva tal hecho es que el lector está acostumbrándose a textos perezosos que no le obligan a pensar por sí mismo sino que se lo dan todo mascado y explicado. El lector cree todo lo que dice el autor (que Juan es astuto aunque no lo demuestre, que Luis es un desgraciado aunque los males que lo aquejen son leves) y no cuestiona. Así que termino este artículo con una reflexión: ¿de quién es la culpa del texto explicativo, del autor que no sabe usar otros recursos o del lector que demanda lo fácil?

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