Por el periodita: José A. Muñoz
Una de las cosas interesantes que se pudieron comprobar en la famosa Feria del Libro de Francfort de 2007, fue el éxito del que disfrutan algunos autores catalanes en tierras alemanas, algo que se extiende al resto de Europa. Carme Riera, Quim Monzó o Maria Mercè Roca son habituales en la Feria y sus obras muy bien valoradas por crítica y público germanos. En España, más proclives a lanzarnos en brazos del best seller anglosajón, no parece encajar el tipo de literatura influenciada por centroeuropa, que es la que predomina en catalán, mientras que otros libros cercanos a las tendencias de la novela histórica, el misterio esotérico o el género negro, se traducen al castellano con excelentes resultados. A veces, el triunfo en las listas de ventas de obras más comprometidas, como las de Eduard Márquez –una de las voces más selectas-, Albert Sánchez-Piñol o Imma Monsó, provoca la traducción (antes o después) y el reconocimiento en el resto del país. Pero sus obras no cumplen las recetas de fabricación del best seller aplicadas por Ken Follet y que se basan en la rapidez, la demanda del mercado y el lenguaje cinematográfico. Aún existe cierta reticencia a todo lo que no venga acompañado de una fuerte campaña de marketing, pese a que los mal denominados “autores periféricos” tienen mayor presencia en las librerías.
Escritor Quim Monzó
Sin embargo, el sector editorial no es ajeno a las modas y, ya sea por encargo o por casualidades de la vida, se ha encontrado un filón en el género del thriller histórico o en la gran novela ambientada en períodos concretos de la historia como La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, La catedral del mar, de Ildefono Falcones (estas dos, primero publicadas en castellano), El cuarto reino, de Francesc Miralles o La clave Gaudí, escrito por Esteban Martín y Andreu Carranza. Se trata de obras que siguen las pautas de lo inmediato, novelas que deben tenerse en cuenta porque siguen tendencias que miles de lectores buscan: sentirse atrapados, devorar el gran número de páginas de las que se componen, acción sin descanso y, en algunos casos, personajes planos. Una fórmula que, bien utilizada, crea adicción. En cada una de ellas encontraremos mejor o peor estilo narrativo, más o menos cuidadas las formas, un arduo trabajo de investigación previo o unas limitadas informaciones extraídas de wikipedia.
¿Estamos hablando de best seller catalán? ¿De autores que van a continuar trabajando en esta línea con éxito? No creo que sea el caso de todos ellos. Nos olvidamos de que el género ya es habitual en lengua catalana. La novela histórica, con intriga o sin ella, permanece activa en catalán de la misma manera que la novela negra, ahora tan bien valorada, mantiene una constante buena salud desde los primeros tiempos de Pepe Carvalho. Que, fruto de lo casual, hayan aparecido estos títulos, no nos predispone a imaginar una especie de “Made in Catalunya” para el best seller. Mejor pensemos en que el sector editorial tiene una fuerte presencia en Barcelona, en que las mejores agentes literarias están en Barcelona y en que muchos autores, catalanes de origen o afincados en Catalunya, también viven en Barcelona. Y entendamos que el best seller es un libro fabricado para serlo por una industria sometida a la influencia de lo que se nos impone. Por eso los editores son los primeros sorprendidos del éxito de John Boyne (El niño con el pijama de rayas) o de Vassili Grossman (Vida y destino), esperanzas de que no todo acaba con Da Vinci.
jueves, 7 de febrero de 2008
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